No permitas que te carcoma la envidia

«No te impacientes a causa de los malignos, Ni tengas envidia de los que hacen iniquidad.»

Salmos 37:1 RVR1960

Cuantas veces haz hecho un  comentario o una crítica desde la envidia; porque te sentiste menos o en desventaja con otros, te sentiste vulnerable ante algunas situaciones. Cuantas veces nos comparamos con otras personas y sentimos que no es justo lo que tenemos, vivimos, poseemos.

La envidia es anhelar algo que otros tienen. Desear algo que otros poseen. Un codicioso siempre está lleno de envidia. «Es cierto que al necio lo mata la ira, Y al codicioso lo consume la envidia.»

Job 5:2 RVR1960

Pero en el salmo 37:1, está hablando a los hijos, diciendo no tengas envidia de los que hacen iniquidad, de aquellos que transgreden la ley, de los que no se sujetan a Dios.

Cuantas veces veo hijos de Dios  deseando  el carro de otra persona , el puesto de otra persona , el matrimonio de otra persona, la casa de otra persona , el cuerpo de otra persona, el cabello de otra persona, los dones y talentos de otras personas, el ministerio, la unción de otra persona. Porque no estamos contentos con lo que tenemos. En el desierto el pueblo de Dios fue codicioso, queriendo volver hacia atrás para tener algo que nunca tuvieron, cuando se empezaron a quejar del mana, y el Señor les mando codornices, para reprender su insolencia, y también tuvieron envidia de Moisés y Aarón.«Tuvieron envidia de Moisés en el campamento, Y contra Aarón, el santo de Jehová.»

Salmos 106:16 RVR1960. La envidia es un fruto de la carne, que no te permitirá tener acceso al reino de los cielos.

En prov. 14:30 dice: el corazón apacible es vida de la carne; más la envidia es carcoma de los huesos. Cuantas veces se carcomen los huesos, se van consumiendo al compararnos  con otros, anhelando todo lo que tiene esa persona, y peor,  si todo fue adquirido de cosas malas e ilícitas.

Sobre todo en esta sociedad donde vivimos en una  narcocultura, los niños, jóvenes y adultos, quieren ser como los grandes capos, donde los medios de comunicación te llenan de series, películas tan llenas de fantasías haciéndolos súper héroes y fuera de la verdadera realidad.

Pero, por que los hijos de Dios, los que han sido limpiados con la sangre del cordero querrían tener lo que ellos tienen? O juntarse con ellos para comer o disfrutar lo que ellos hacen, con la intención de obtener algún beneficio personal.

Muchos se  justifican diciendo, hay que compartirles, y  que Jesús comía con los recaudadores de impuestos (que estos no tenían buena fama entre el pueblo de Dios)., y si estoy de acuerdo que hay que compartirles, porque el que tiene el sentir de Cristo, no quiere que nadie se pierda, si no que procedan a arrepentimiento, pero no en sus fiestas, ni en sus reuniones, porque Dios pesa los corazones, Cristo nunca rebajo su santidad, por un plato de comida. No disfraces tu envidia, tratando de sacar provecho, para luego anhelar y querer lo que el impío tiene. en Prov. 23:17 dice : No tenga tu corazón envidia de los pecadores , Antes persevera en el temor de Jehová todo el tiempo. Prov. 24:19 dice: No te entremetas con los malignos, ni tengas envidia de los impíos.

La envidia no te permite ser sensibles a las bendiciones y al amor de Dios, de no entender lo que es la  presencia de Dios en tu vida, cuando Dios todavía no es tu todo.

En la historia del hijo pródigo, había otro hijo, que al enterarse de la fiesta por la llegada de su hermano, le reclamo a su padre, oye si yo tengo muchos años sirviendo, y nunca te he desobedecido, y como a este que se gastó todos los bienes con rameras haz hecho matar el becerro más gordo.

Este sintió envidia por su hermano, pero fíjate lo que el padre le responde: Hijo, tu siempre éstas conmigo, y todas mis cosas son tuyas . Siempre he pensado que es la parábola de  los dos hijos perdidos, uno fuera y otro dentro de casa.

Muchos así están como ese hijo perdido dentro de casa, anhelando lo que otros tienen, insatisfechos, llenos de ira y enojo a causa de sus frustraciones, no queriendo compartir con nadie. Haciendo berrinche cuando a otros les va bien. Y cuestionando a Dios, reclamando porque si él le sirve, y hace las cosas bien «entre comillas», no se siente favorecido, si no que piensa que el batalla más para conseguir las cosas y todo sale mal, pero al vecino o al pariente que hace lo malo siempre le va bien (para sus ojos, para su ver, porque no alcanzan a ver que la bendición de Dios no añade tristeza, porque su corazón todavía están en  las riquezas de este mundo).

Estos jamás entenderán  la importancia de tener la presencia de Dios, dejando de ser agradecidos a todas las bendiciones de tenerlo a Él. Cuando tú entiendas sus riquezas, y disfrutes de ellas, no habrá riqueza en el mundo que te pueda impresionar. Cuando tú tienes al Padre, este te responde y te dice: » tú siempre estás conmigo y todas mis cosas son tuyas».

Hago oración, para que esta palabras te sean reveladas y puedas vivir en la plenitud de su presencia, disfrutando sus riquezas, con un corazón agradecido, y cuando venga el impío con las suyas, éstas no te impresionen a ti, si no que sean ellos los que anhelen las tuyas.  Que ellos también quieran de los tesoros del Dios Padre, que ellos anhelen de sus riquezas espirituales es ahí donde tú tendrás un corazón generoso para compartir de lo que Dios te ha dado. Aprecia cada bendición, cada regalo que Dios te da, entiende que su misericordia es mejor que cualquier carro del año, su paz es más valiosa que cualquier cuenta en el banco, su gozo que todos los viajes, su salvación que no hay ser humano que la pueda pagar. Con Él lo tienes todo, y si lo tienes todo nada te falta.

 

Con amor de Cristo Pastores Víctor y Berenice Vargas.

Publicado en Sanidad interior y liberación y etiquetado , , , .

Un comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *